Job 29

Último discurso de Job

1Siguió Job explicando y dijo:

2“¡Ojalá volviera a ser

como en los meses pasados,

como en los días

en que Dios me protegía,

3cuando su luz brillaba sobre mi cabeza,

y su luz me guiaba en las tinieblas!

4
4. Este guardaba mi morada: Otros: me visitaba familiarmente en mi tienda (Crampón). Cf. 23, 12 y nota; 42, 5.
¿Cuál era en la madurez de mi vida,

cuando era amigo de Dios

y Este guardaba mi morada;

5cuando el Todopoderoso estaba conmigo,

y me rodeaban mis hijos;

6
6 ss. Expresiones metafóricas que pintan las enormes riquezas de Job y el extraordinario prestigio que gozaba entre los de su pueblo. A la puerta de la ciudad se reunían los magistrados ancianos y jueces para tratar los asuntos jurídicos, políticos y administrativos. Era el ayuntamiento, y al mismo tiempo el juzgado y parlamento de la comunidad.
cuando lavaba mis pies con leche,

y de la roca me brotaban ríos de aceite.

7(En aquel tiempo) cuando yo salía

a la puerta de la ciudad,

y en la plaza establecía mi asiento,

8los jóvenes al verme se retiraban,

y los ancianos se levantaban,

y se mantenían en pie.

9Los príncipes contenían la palabra,

y ponían su mano sobre la boca.

10Se callaba la voz de los magnates

y su lengua se pegaba a su paladar.

11El que me escuchaba,

me llamaba dichoso,

y el ojo que me veía,

daba señas en favor mío.

12
12 ss. Muestra cómo su conducta fue precisamente lo contrario de lo que Elifaz le imputó calumniosamente (22, 5 ss.).
Yo libraba al pobre que pedía auxilio,

y al huérfano que no tenía sostén.

13Sobre mí venía la bendición

del que hubiera perecido,

y yo alegraba el corazón de la viuda.

14Me revestía de justicia,

y esta me revestía a mí,

mi equidad me servía de manto y tiara.

15
15 ss. Bellísima fórmula que la liturgia aplica a los santos de la caridad fraterna.
Era yo ojo para el ciego,

y pie para el cojo,

16padre de los pobres,

que examinaba con diligencia

aun la causa del desconocido.

17Quebraba los colmillos del malvado,

y de sus dientes arrancaba la presa.

18
18. Como la arena: Vulgata y Setenta: como la palmera; según una tradición talmúdica el ave fénix, que, según la creencia popular, se consumía con su nido y renacía de las cenizas (símbolo de la resurrección). San Clemente Romano (I ad Corintios 25) dice: “De su carne putrefacta nace cierto gusano que, nutrido por los humores del animal muerto, se reviste de plumaje.”
Por lo cual me decía:

«Moriré en mi nido,

y mis días serán tan numerosos como la arena;

19
19. Imágenes de su prosperidad anterior. Cf. Salmo 1, 3; Jeremías 17, 8.
mi raíz se extenderá hacia las aguas,

y el rocío pasará la noche en mis hojas.

20Será siempre nueva en mí la gloria mía,

y mi arco se renovará en mi mano.»

21A mí me escuchaban

sin perder la paciencia,

aguardando silenciosamente mi consejo.

22Después de hablar ya no respondía nadie,

porque (cual rocío) caían sobre ellos mis palabras.

23
23. Figura de especial elocuencia en Oriente. Cf. Salmo 142, 6 y nota.
Me esperaban como se espera la lluvia,

abrían su boca como a la lluvia tardía.

24
24. Nunca dejaban de respetarme, ni siquiera cuando estaba alegre con ellos y me reía. “La estrecha unión de una gravedad santa y de una dulzura compasiva, pone a los príncipes y a los pastores de la Iglesia en estado de conducir debidamente a los pueblos a su cuidado.” (San Gregorio Magno.) Cf. Lucas 22, 25 ss.; Juan 13, 16; I Pedro 5, 2 s.; I Tesalonicenses 2, 11; I Timoteo 3, 8 ss.; 5, 17; II Timoteo 2, 4, 24 ss.; I Corintios 4, 9 ss.; 9, 19 ss.; II Corintios 1, 23; 6, 3 ss. etc.
Si les sonreía estaban admirados,

y se alegraban de esa luz de mi rostro.

25Yo decidía su conducta

y me sentaba a la cabecera,

habitaba como un rey entre sus tropas,

cual consolador un medio de los afligidos.”
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